Otros soñadores.

miércoles, 28 de septiembre de 2011

Estúpida rutina.

Es una rutina agotadora. Siete de la mañana, esa canción repetitiva de despertador en el móvil. Te levantas, no sabes por que, a esas horas encuentras pocas razones, pero supongo que será por la obligación. Sales de tu casa, y empiezas a andar. Has recorrido ese camino tantas veces que podrías hacerlo con una venda en los ojos. Llegas cinco minutos antes, como de costumbre. Los buenos días, unas risas, y a clase. Tres horas seguidas que en ocasiones, acaban contigo. Después llega el recreo, joder, por fin, la primera media hora del día que merece la pena. Primera media hora del día que tienes para pasar con él. Después otras dos horas de agobio, alguna risa, pocas, pero alguna. A las dos bajas con tus amigos, risas, conversaciones de las largas, paridas, todo bien. Después otros veinte minutos con él. Veinte minutos que parecen veinte segundos. Y en ese tiempo sientes que todo está bien, que nada importa, las cosas que antes tenían importancia la pierden. Pero luego llegas a casa, lo primero que haces es tumbarte en la cama, miras el móvil, nada nuevo. Pones música y te metes en tus pensamientos, te pierdes en tu memoria. Llega la hora de la comida, y nada, todo como siempre. La conversación es escasa, y la poca que hay es en mal rollo. Luego enciendes el ordenador, y aprovechas hasta el ultimo minuto para escribir, hablar con tus amigas, si, hablar con él también. Luego haces los deberes, mientras escuchas música. Después la ducha, la hora de cenar, vas a tu habitación y abres tu libreta. Escribes tus sentimientos, así todas las noches, escribes como te sientes, podrías contárselo a alguien, pero no tienes el valor suficiente. Se lo cuentas todo a ella, tu libreta. Guardada al fondo de un cajón, donde nadie la pueda encontrar, y leerla. Te tumbas en la cama, enciendes la tele, hasta que te quedas dormida. Y así pasan los días, las semanas. Con unos pocos balances de caídas, levantadas, sonrisas, risas, llantos... Los fines de semana no son nada distinto, tardes de viernes con todos tus amigos, en el mismo sitio de siempre. Los sábados por la mañana estás sola, intentas hacer los deberes pero no puedes. Enciendes el ordenador hasta la hora de comer. Las tardes del sábado son para él. Los domingos son deprimentes, alternaciones de ordenador, deberes, ordenador, televisión, teléfono, y poco más. Y así va pasando tu vida. Intentas hacer cosas diferentes, pero cada día que pasa, te das cuenta que solo ha sido un día perdido. Intentas salirte de la rutina, pero es algo, prácticamente imposible. Pero un día te levantas, te miras al espejo, y te das cuenta de que las cosas tienen que cambiar. No quieres que tu vida siga así, esperando que pase el tiempo, quieres empezar a vivirla, y te das cuenta de que tienes que empezar a vivirla hoy, no mañana. Ahí es cuando las cosas cambian. Poco a poco, pero cambian.

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